AL FINAL DEL CAMINO, UNA MIRADA

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  • Última modificación de la entrada:julio 31, 2022
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Y cuando nos estábamos quitando el polvo que nos dejaron las mariposas, iniciamos un viaje al encuentro de unos ojos.

En la ciudad de Skole, al final de un camino callado, se encuentra un palacio de estilo barraco que se llena ahora de recuerdos del presente. Al bajar del coche los vimos, mujeres y niños que habían huido de sus casas y que habían encontrado refugio entre unicornios y árboles.

Intentaba grabar todo en mi mente, llenarla de detalles, porque si algo sabía era que esa casa nos pisotearía el alma.

El suelo es algo que recuerdo. En mi cabeza un ovillo de pensamientos me decía que ese enjambre de maderas habría sido pisado por personas importantes, de esas de sombrero y zapatos abrillantados aunque no tan importantes como las que nos rodeaban en ese momento.

Las escaleras de caracol nos mostraban un edificio consumido por el tiempo pero lleno de vida con gatos y triciclos. Si miraba al techo imaginaba el agua entrando por las ranuras que se abrían paso sobre nosotros; por las ventanas imaginaba el frío helando el aire… el olor a humedad impregnaba mi pensamiento y se mezclaba con el olor de la comida en los plantos junto a la ropa, ropa de invierno y de verano. Las puertas se abrían frente a nosotros y mostraban ropa tendida, comida almacenada, baños del pasado junto a lavadoras del presente, mantas de colores y juegos infantiles.

Los espacios estaban organizados: dormitorios, lavandería, cocina y estancias para el juego. Yo les observaba en silencio mientras nos explicaban cómo se planeaba el invierno, fijándome en cuestiones arquitectónicas más que humanas porque sabía que si me imaginaba durmiendo allí, las mariposas volverían a dar la vuelta a mi estómago.

Y cuando pensaba que esa visita sería una más, una de tantas, justo en ese momento apareció un niño. Nadie especial, solo un niño con mirada distraída y con pelo travieso que me pidió que le cogiera en brazos.

¿Quién era ese niño? ¿Por qué la vida le había llevado ahí? ¿A dónde le llevaría después? ¿Qué recuerdos estaba construyendo para su futuro? ¿Qué viaje le condujo al palacio?

Mis lágrimas intentaban competir con su sonrisa. Quizá fuimos su excusa para sonreír ese día, quizá no, quizá sonreía porque no entendía que vivir mirando al cielo no es vivir. Nos mezclamos en un baile de cosquillas y besos que me reconciliaron con mi cansancio y que ahora me gustaría volver a bailar.

Junto a las madres caminaban otros adultos con mirada especial, triste y perdida. Nos dijeron que eran personas que no tenían dónde ir, esas personas que viajan solas porque su pensamiento lucha por desenredar sus recuerdos. Pensé que en esas circunstancias quizá las alteraciones de su mente les ayudarían a soñar con otra realidad porque desde luego, la que están viviendo es una locura.

Y cada uno de nosotros conectamos con alguien en aquel lugar porque entre regalos y dibujos un chico puede que se acerque a dar las gracias con su pulgar alzado y con el orgullo de llevar la gorra de un hombre que le mira con nobleza sin saber que ese momento permanecerá en las pupilas de todos.

Y puede que unas niñas con ojos de derrota muestren su gato sobre ellas como la mayor de sus victorias  sin saber que se han colado en la entrañas de las mujer guerrera que las observa. Y puede que ninguno de ellos sepan que sus caras frente a quien se esconde detrás de una cámara están tatuadas en un vídeo que mostraremos al universo para que nadie les olvide.

Hoy sé que mi vida poco a poco volverá a encauzarse pero el agua siempre desembocará en Skole.

Oihane Vieira Galán – Voluntaria Fundación Enfermería Navarra

Fotos: de Hredli y capturas del vídeo de Rodamos Films.